lunes, 13 de enero de 2025

Canto de Ausencias


Años han pasado desde tu partida,
no creas que el olvido se ha atrevido a tocarte.
Tu familia elegida te guarda en su pecho,
y yo, tu mujer sin anillos ni promesas,
sentí la viudez… sentí tu ausencia.

Es difícil volver al hogar
que una vez fue nuestro refugio,
a esas caras que fueron
la familia que elegimos amar.

Ellos fueron bondadosos tras tu adiós,
me ofrecieron un rincón,
el lugar de la abuela,
el papel de tu mujer.

Pero soy una esposa de mentiras,
un eco distante de la verdad.
Bajo esta superficie,
existe la mujer con papeles,
con anillos y sangre compartida,
tu familia real, tus hijos y nietos.

¿Quién soy yo para interrumpir tu descanso eterno?
¿Qué derecho tengo a invocarte,
cuando ellos te esperan,
cuando ellos son tuyos?

¿Por qué vendrías,
si ni siquiera el papel de esposa de mentiras cumplí?
Me prometieron estrellas y las seguí,
pero eran solo espejismos de papel.
Si pudiera elegir entre sueños rotos,
elegiría el tuyo,
porque fue el más real.

Apenas tengo 33 años,
pero el peso de tantos duelos me aplasta.
Muertes reales, pérdidas vivas,
amistades que se desvanecen,
familias que se quiebran.

Todo empezó a los veintitantos:
Dj_Eliot, amigo sincero,
se apagó en una semana.
Un tío, un paro cardíaco,
se fue en los brazos de mi abuela.

Caos familiar.
Desorden.
El peso de un sistema roto
descansando sobre mis hombros.

Fue en medio del caos
que me alejé de ti.
Necesitaba algo más que tu consuelo nocturno,
un abrazo real, un apoyo constante.
“No llores, debemos ser fuertes por tu padre,”
me dijeron, y enterré mi dolor.

Emociones reprimidas,
un océano oscuro que no se atreve a emerger.
Mi abuela, atrapada en su miedo,
con ataques de pánico que desgarraban el silencio.

Nunca imaginé que después de ese caos
tendría que llorarte también.
De haberlo sabido,
me habría quedado contigo mil veces más.
Perdí a mi compañero,
a mi amigo,
a mi refugio.

Meses después de ti, 
vinieron los dos que se fueron juntos,
mi tío y mi tía.
Él enfermó primero,
y ella, fiel a su amor, se adelantó,
cumpliendo su deseo de no dejarle solo.
Él la siguió, su partida fue tranquila,
como si ya no pudiera existir sin ella.

Tu luto fue mío durante un año,
Acompañando en silencio, 
El luto de mis tíos.
Vestida de grises siempre, 

Y cuando creí que podía respirar,
El color vivo poder vislumbrar 
la vida me arrancó a mi abuela.
Ella encontró la paz junto a su madre e hijo,
y yo, un nuevo vacío que llenar.

Pensé que el luto terminaría,
pero Andrea fue la siguiente.
“Ve a la luz,” le dije,
“ya no sentirás dolor,
y nadie te juzgará.
Perdóname, amiga,
si no fui suficiente.”

Los lutos se acumulan en mi pecho.
¿Quién será el siguiente?
Esa pregunta me ronda en silencio,
como un fantasma que no quiero escuchar.
¡Ya no puedo más!
¡No quiero más!
Grita mi niña interna,
aferrándose a lo poco que queda.

Fernando… ¿vendrás a verme?
Sé que tu familia te reclama,
pero quisiera saber
si en algún rincón del tiempo
queda un espacio para mí.

Este escrito es mi duelo,
Un luto que cargo y no quiero olvidar,
Ya que cada presencia,
En una huella que mantendré,
Viva en mi interior. 

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